Preservan único bosque de piedras de Cuba
Por Adalys Pilar Mireles
Mogotes jurásicos adornados con un espeso manto vegetal conforman el único bosque de piedras de Cuba, que sobrevive en el extremo occidental del país tras 70 millones de años de existencia.
Las rocas calizas de más de 10 metros de altura, sobreviven en el límite occidental de La Isla bajo la mirada de robles, algarrobos y cedros centenarios.
Estas curiosas elevaciones, de cimas desgastadas por la erosión, son testigos de complejos cambios geológicos y de una era que parece detenida en el tiempo.
La peculiar zona boscosa atesora fósiles tan antiguos como la amonita, petrificada en las cavidades y laberintos de las añejas "alturas", suerte de remanentes de la cordillera de Guaniguanico, una de las más vetustas de la nación.
Estos hallazgos, unido a la presencia de las extrañas formaciones, contribuyen a desentrañar incógnitas acerca de la evolución de la vida en esta región del planeta y el origen del archipiélago cubano.
El bosque de piedras, fue sitio de habitación de los primeros hombres que poblaron estas tierras varios milenios atrás, quienes encontraron refugio en las grutas que surcan los micromogotes, muchos de ellos comunicados entre sí.
Más tarde ocultaron a los cimarrones(negros huidos)que evadían los rigores de la esclavitud, los que dejaron a su paso algunas evidencias de su prolongada estancia en las pequeñas cavernas.
Las solapas y cuevas fueron utilizadas, además, por los cubanos como lugar de descanso durante la guerra contra el colonialismo español, a finales del siglo XIX.
Entre la rica floresta de la zona sobresalen árboles frutales y numerosas variedades maderables junto a la típica vegetación semidecidua.
Con la llegada del período estival, conocido también como la fiesta de las flores, el bosque luce todo su esplendor.
Las altas temperaturas y las lluvias de la temporada favorecen la floración de muchas de las plantas, que adornan este peculiar jardín.
En la espesura anida el tocororo (ave nacional de Cuba) junto al tomeguín del pinar y el zunzuncito, considerado el ave más pequeña del planeta por su tamaño de apenas siete centímetros.
Coloridos plumajes acarician las mañanas en este escenario natural que acoge a numerosas viajeras, provenientes de otras latitudes.
Moluscos, arácnidos y reptiles habitan entre la vegetación que custodia a las antiguas piedras, cuyas cimas imitan la apariencia del agreste diente de perro.
Las aguas del río Cuyaguateje, el más caudaloso de la demarcación, bañan al conjunto pétreo y posibilitan la navegación a lo largo del sitio, declarado Monumento Nacional en 1996.
Leyendas de corsarios y piratas abundan en este paraje, limítrofe con la Península de Guanahacabibes, una de las seis reservas de la biosfera de La Mayor de las Antillas.
Los lugareños recuerdan historias de temidos marinos que en épocas pasadas saquearon las haciendas construidas en las márgenes del cauce y escondieron tesoros en los pasadizos de las elevaciones jurásicas.
Los primeros senderos de este extremo de país, trazados durante los siglos XVII y XVIII, bordean aún el amurallado lugar cubierto por el follaje.
Entre ellos el más importante fue el camino real de Vueltabajo, que se interna en la floresta y sortea la fortaleza esculpida por el tiempo.
Los visitantes pueden apreciar un panorama exclusivo de esta punta de La Isla, simbiosis de varias eras geológicas, cuyos vestigios perduran.
A unos 200 km al oeste de La Habana, la naturaleza nos regala un paisaje, conservado milenariamente en su estado primitivo, y que deslumbra por su originalidad.
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