Poner a las niñas y los niños primero
Alexandru Rosu no es un nombre famoso, de esos que llenan teatros y ocupan las primeras planas en los grandes diarios del mundo, quizás escasamente conocido para sus amigos más cercanos y su familia.
Lo encontré casi por casualidad mientras leía al azar (Voices of Youth online journal) las impresiones de varios pequeños sobre los derechos de la niñez y su visión acerca de los anhelos de las chicas y los chicos en muchos rincones del mundo.
Poner a las niñas y los niños primero es el reclamo del adolescente rumano que ansía con la absoluta sinceridad de sus años, mayores oportunidades y espacio en un planeta de paz y equidad.
En su opinión la tierra no es un sitio suficientemente bueno para ellos “porque hay lugares donde son discriminados por las más estúpidas razones, porque hay lugares donde los infantes no tienen acceso a la alimentación ni a la información”.
Su edad no le impide cuestionar la clase de mundo que los adultos construimos y las numerosas ocasiones en que se ignoran sus propias necesidades como seres humanos, especialmente protegidos por convenciones y declaraciones.
“No podemos jugar a consecuencia de las guerras” lamenta en su misiva, pero esa es sólo una de las más insignificantes secuelas de los conflictos bélicos que estallan con absurdos o rebuscados pretextos.
Su clara percepción del presente no le permite aún entender, por qué esas situaciones existen y aún más difícil le resulta comprender por qué “debemos sufrir las consecuencias de algo que las niñas y los niños no hemos provocado”
La Declaración de los Derechos de la Niñez, fue promulgada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en Ginebra el 20 de noviembre de 1959.
El derecho a un nombre y a una nacionalidad, a la alimentación y a la educación obligatoria y gratuita, sobre todo durante las etapas elementales, son reclamos de documento, muchos de ellos quimeras para los sectores más marginados del planeta.
El documento afirma que deberán beneficiarse de la seguridad social, de crecer con buena salud, con este fin se le proporcionarán cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal.
El texto ampara de manera especial a los que tienen discapacidades físicas o mentales y a los que no pueden crecer bajo el cuidado de sus padres.
Estas prerrogativas son un hecho casi común y cotidiano en esta Isla, una realidad que descuella cuando la comparamos con la situación de la niñez y a la adolescencia en países subdesarrollados, e incluso en algunos del llamado primer mundo, opinan cubanas y cubanos.
Las cifras de pequeños subalimentados (unos 600 mil millones viven en la más absoluta pobreza) las estadísticas de los que trabajan desde edades muy tempranas en América Latina y otras regiones, delatan por sí mismas la necesidad de poner en práctica los preceptos contenidos en la declaración.
En la actualidad más de un millón de niñas y niños están infectados con el SIDA, 300 mil son obligados a empuñar las armas en conflictos en los que dos millones de ellos ya han perdido la vida en sólo una década.
La responsabilidad no es de una persona ni de un gobierno sino de todos y cada uno de nosotros, afirma Alexandru.
Quien quiera que sea y donde quiera que esté sé que muchos apoyan el justo reclamo del adolescente rumano de poner a las niñas y los niños primero.
Lo encontré casi por casualidad mientras leía al azar (Voices of Youth online journal) las impresiones de varios pequeños sobre los derechos de la niñez y su visión acerca de los anhelos de las chicas y los chicos en muchos rincones del mundo.
Poner a las niñas y los niños primero es el reclamo del adolescente rumano que ansía con la absoluta sinceridad de sus años, mayores oportunidades y espacio en un planeta de paz y equidad.
En su opinión la tierra no es un sitio suficientemente bueno para ellos “porque hay lugares donde son discriminados por las más estúpidas razones, porque hay lugares donde los infantes no tienen acceso a la alimentación ni a la información”.
Su edad no le impide cuestionar la clase de mundo que los adultos construimos y las numerosas ocasiones en que se ignoran sus propias necesidades como seres humanos, especialmente protegidos por convenciones y declaraciones.
“No podemos jugar a consecuencia de las guerras” lamenta en su misiva, pero esa es sólo una de las más insignificantes secuelas de los conflictos bélicos que estallan con absurdos o rebuscados pretextos.
Su clara percepción del presente no le permite aún entender, por qué esas situaciones existen y aún más difícil le resulta comprender por qué “debemos sufrir las consecuencias de algo que las niñas y los niños no hemos provocado”
La Declaración de los Derechos de la Niñez, fue promulgada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en Ginebra el 20 de noviembre de 1959.
El derecho a un nombre y a una nacionalidad, a la alimentación y a la educación obligatoria y gratuita, sobre todo durante las etapas elementales, son reclamos de documento, muchos de ellos quimeras para los sectores más marginados del planeta.
El documento afirma que deberán beneficiarse de la seguridad social, de crecer con buena salud, con este fin se le proporcionarán cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal.
El texto ampara de manera especial a los que tienen discapacidades físicas o mentales y a los que no pueden crecer bajo el cuidado de sus padres.
Estas prerrogativas son un hecho casi común y cotidiano en esta Isla, una realidad que descuella cuando la comparamos con la situación de la niñez y a la adolescencia en países subdesarrollados, e incluso en algunos del llamado primer mundo, opinan cubanas y cubanos.
Las cifras de pequeños subalimentados (unos 600 mil millones viven en la más absoluta pobreza) las estadísticas de los que trabajan desde edades muy tempranas en América Latina y otras regiones, delatan por sí mismas la necesidad de poner en práctica los preceptos contenidos en la declaración.
En la actualidad más de un millón de niñas y niños están infectados con el SIDA, 300 mil son obligados a empuñar las armas en conflictos en los que dos millones de ellos ya han perdido la vida en sólo una década.
La responsabilidad no es de una persona ni de un gobierno sino de todos y cada uno de nosotros, afirma Alexandru.
Quien quiera que sea y donde quiera que esté sé que muchos apoyan el justo reclamo del adolescente rumano de poner a las niñas y los niños primero.
3 comentarios
Belkys -
realmente tristes todas las historias de los niños que sufren en el mundo. nosotras somos privilegiadas, tenemos hijos e hijas sanos y con un futuro por delante totalmente diferente. Noticia: Patricia se convirtió en la campeona municipal de su categoría 8-10. Ahora es el primer tablero y va derechito a las provinciales. Un besito
zenia -
Cada vez me alegro más de que mi niña haya nacido aquí y no en otra parte, sin lujos, pero con mucha seguridad, esas son las verdaderas esencias. Vas a una escuela acá y miras a los pies, todos están calzados, todos ellos menores de siete años toman en las mañanas un vaso de leche. Para cuantos millones esto es un lujo en el tercer mundo.
Lamentablemente para los de la burguesía media es muy difícil entender estas cosas, y le dan más peso a otras desde su cómoda realidad.
Un beso a tu hijo. La mía está muy bien, un poco remolona para levantarse porque están un poco bajas las temperaturas. He colocado algo por acá acerca de la democracia. El término no es real si no hay justicia social, ¿no crees?.
Hannah -
Un abrazo
Hannah